Ballet as Ethnic Dance
JOANN KEALIINOHOMOKU
UN ANTROPÓLOGO
MIRA AL BALLET COMO
UNA FORMA DE
DANZA ÉTNICA.
(Roger Copeland y Marshall Cohen,
"What Is Dance" pág 533-549)
Una buena antropología es la que piensa en el ballet como una
forma de danza étnica. Actualmente esta idea es inaceptable para la mayoría de
las escuelas de danza occidentales. Esta falta de acuerdo muestra claramente
que algo se pierde en la comunicación de ideas entre los estudiosos de danza y
los antropólogos. Este escrito es un intento de llenar ese vacío de
comunicación.
Las faltas y errores de los antropólogos en su aproximación
a la danza son muchos, pero en su mayoría, se deben a la duda de
enfrentarse a cuestiones que podrían parecer esotéricas o fuera de su campo de
competencia. Sin embargo, un considerable número de antropólogos de la danza
están tratando de rectificarlo por medio de publicaciones en revistas de
Ciencias Sociales y participando en
encuentros -tanto formales como informales- con otros antropólogos.
Por danza étnica los antropólogos tratan de entender la idea
de formas de danza que reflejan las tradiciones culturales en las que se
desarrollan. Los bailarines y los estudiosos de la danza, como este escrito
demostrará, emplean este término y los que se relacionan con él: etnológico,
primitivo, folklore, etc. indistintamente y, de hecho, de una manera que revela
su limitado conocimiento de formas de danza que no sean occidentales.
Mientras se preparaba este escrito volví a leer escritos de
DeMille, Haskell, Holt, Kineys, Kirstein, La Meri, Martín, Sachs, Sorell y
Terry. Además releí las definiciones pertenecientes a danza en el Nuevo
Diccionario Internacional de Webster. La definición de la segunda edición está
escrita por Humphrey y la de la tercera por Kurath. A pesar de que estas y
otras fuentes están en la lista de la bibliografía del final de este escrito,
nombro aquí a estos académicos para centrar mi marco de referencia.
La experiencia de estas lecturas intensas como antropóloga
más que como bailarina, fueron tanto instructivas como perturbadoras. En la
lectura abundaba el razonamiento deductivo insustancial, pruebas pobremente documentadas, una plétora de medias verdades, completos errores y un discurso
persistentemente etnocéntrico. Cuando los escritores apoyaban la danza que no
era occidental lo hacían disculpándola o protegiéndola. Lo más desalentador de
todo es que estos autores sólo modificaron las fotografías, no sus textos,
cuando se reeditaron sus libros diecisiete años después. Solamente actualizaron
la parte de la danza euro-americana.
Este estudio sobre literatura revela una interesante divergencia
de opiniones. Podemos leer que se hacía con propósitos mágicos y religiosos y
que no se hacía con esos propósitos, que era un instrumento para cortejar y que
no lo era, que fue la primera forma de comunicación y que la comunicación no
llegó a la danza hasta que “se convirtió” en arte. Además podemos leer que la
danza era seria y llena de intenciones y, a la vez, una fuente de exuberancia,
totalmente espontánea y surgida del espíritu de la diversión. Más aun, podemos
leer que consistía en una actividad grupal que atribuía solidez a la tribu y
que se realizaba únicamente por el placer de la expresión de la danza en sí.
Podemos aprender también que los animales bailaban antes de que lo hiciesen los
hombres ¡y aun así es una actividad humana!.
Ha pasado mucho tiempo desde que los antropólogos se
interesan por los orígenes desconocidos, y no añadiré ninguna teoría sobre el
origen de la danza porque no conozco a nadie que estuviera allí. Nuestros
escritores de danza, sin embargo, sugieren que existen evidencias de su origen
en los yacimientos arqueológicos y en los modelos que ofrecen algunos grupos
primitivos de hoy en día. En relación al primer punto deberíamos tener en
cuente que el ser humano existe en la tierra mucho antes de que realizara
pinturas en las cavernas y estatuas por lo que los yacimientos apenas pueden
aportar algo sobre los orígenes de la danza. Sobre el segundo punto, el que se
basa en las tribus primitivas contemporáneas, uno no debe confundir la palabra
“rudimentario” (inglés: primitive) con
“primitivo” (inglés: primeval) a pesar de que uno de los autores iguala
estos dos términos (Sorell 1967:14). Sobre la danza del hombre primitivo
nosotros no sabemos nada realmente. Sin embargo sabemos bastante sobre danza
rudimentaria. Lo primero que sabemos es que no existe tal cosa conocida como
danza primitiva. Existen danzas interpretadas por tribus primitivas y son muy
variadas como para que encajen en ningún estereotipo.
Es un error enorme pensar en grupos de personas o en sus
danzas como un todo monolítico. “La danza africana” nunca existió; existen, sin
embargo, danzas Dahomean, danzas Hausa, danzas Masai etc... “La danza India” es
una ficción así como “La danza India-Americana”. Por el contrario existen
danzas Iriquois, Kwakiult y Hopis por mencionar unas cuantas.
No obstante, a pesar de toda la evidencia antropológica que
demuestra lo contrario, los estudiosos de la danza occidentales, se consideran
autoridades sobre las características de la danza primitiva. Sorell combina la
mayoría de estas características del estereotipo primitivo. El nos cuenta que
los bailarines primitivos no tienen técnica, ni habilidad, pero que son
¡“maestros infalibles de sus cuerpos”!. Afirma que sus danzas son desorganizadas
y frenéticas pero que son capaces de traducir todos sus sentimientos y
emociones a movimiento. Proclama que la danza es espontánea... pero también con
propósitos. Las danzas primitivas son, dice el, serias pero sociales.
Manifiesta que son danzas completamente libres pero que los hombres y las mujeres
no pueden bailarlas juntos. Arregla el último comentario cuando dice que
hombres y mujeres bailan juntos cuando la danza se convierte en una orgía.
Llega a decir también que los primitivos no pueden distinguir entre concreto o
simbólico, que ellos bailan en cada ocasión y que saltan mucho por todos lados.
Más aún, dice que la danza en las sociedades primitivas es un privilegio de los
hombres, especialmente jefes, chamanes y brujos (Sorell 1967:10-11).
Kirstein también describe a las danzas de “sociedades naturales,
sin trabas” (sea lo que sea lo que eso signifique). De acuerdo con Kirstein
aunque todo el cuerpo participa de la danza ésta se enfoca más en la mitad baja
del torso. Llega a la conclusión de que la danza primitiva es repetitiva,
limitada, sin sentido, y de expresión pobre. Menos mal que a pesar de no tener
sentido, Kirstein le dice a sus lectores que esas danzas son útiles a las
tribus y que se basan en las estaciones. La danza primitiva o, como él dice,
“la manifestación más temprana de actividad humana” aparece “formulada de una
forma casi idéntica” en todos los sitios. Realmente nunca nos llega a decir
cuáles eran esas formulaciones excepto para decir que tienen poco que ofrecer
en cuanto a estructura y metodología y que son ejemplos de “exuberancia
instintiva” (Kirstein 1942:3-5).
Terry describe las funciones de la danza primitiva y utiliza
el modelo de los indios americanos como modelo. En su libro “La Danza en
América” escribe de forma simpática sobre los Indios Americanos y “sus hermanos
primitivos”. Sin embargo, estos sentimientos paternalistas por un lado y su
sentido etnocéntrico por el otro le llevan a dejar de lado la posibilidad de
que alguien, con el que él pueda identificarse, comparta estas mismas
características de una danza cuando dice: “la herencia de la danza del hombre
blanco, excepto en la antigüedad, era totalmente diferente.”(1956:3-4,
195-198,3).
Con el rechazo de lo que se llama características primitivas
para el hombre blanco, es común atribuir esas características a grupos
existentes entre tribus africanas, indios del norte y el sur de América y gente
del Pacífico. Estas son las personas que son etiquetadas por esto autores como
“étnicos”. ¡No es de extrañar que los balletómanos rechacen la idea del ballet
como una forma de danza étnica!.Pero los africanos, los amerindios del Norte y
el Sur y los originarios del Pacífico podrían estar exactamente igual de
horrorizados al ser llamados étnicos como estereotipo. ¡Esas denominadas
características grupales no imperan en ningún sitio!.
Otro obstáculo significante para que los bailarines
occidentales puedan identificarse con
formas de danza no occidentales, ya sean primitivas o “etnológicas” -en
el sentido que Sorell usa el último término como “la expresión artística de una
raza” que es “ejecutada para que la audiencia la disfrute y sea edificante”
(1967:76)-, es el doble mito de que la danza surge espontáneamente de alguna
acción morbosa y una vez realizada se congela.
Los antropólogos americanos y muchos folcloristas han estado
bastante preocupados por la popularidad de estos malentendidos tan extendidos.
Por lo visto esto satisface a nuestra necesidad etnocéntrica de creer en que
nuestras formas de danza son únicas, y es mucho más conveniente creer que las
danzas primitivas, como la de los Topsi, solo aparecieron, y que las danzas
“etnológicas” forman parte de una tradición incambiable. Incluso libros y
artículos que se suponen que tratan de “las danzas del mundo” dedican tres
cuartas partes del libro a fotografías y textos sobre danza occidental. En
ellos explicamos nuestros periodos históricos, nuestros espléndidos patrones,
maestros de danza, coreógrafos e intérpretes. El resto del mundo se condensa en
diacrónicamente y sincrónicamente la cuarta parte restante del libro. Esta porción
tan pequeña, que debe cubrir al resto del mundo, se divide normalmente de nuevo
de manera que al principio da a entender que las formas de danza étnica encajan
en una especie de continuo dentro de la evolución, y las porciones restantes
-por ejemplo, al final del libro- dice que “en la danza negra americana también
se corre” a modo de prefacio. En breve trataremos la danza occidental, el
ballet en particular, como si fuera la más grandiosa culminación de las artes
escénicas por gracia divina. Esta idea es ejemplificada, y reforzada, por la
manera en que se publican las fotos de danza. A menos que un intérprete que no
sea occidental realice una hazaña en nuestros escenarios rara vez le
mencionamos en los titulares, incluso cuando pueda ser considerado una
eminencia entre sus colegas (Martín es la excepción). Por ejemplo, veamos el
artículo de Claire Holt “Dos mundos de la danza” (1969). En los créditos que
aparecen debajo de las fotografías de los bailarines de danza javanesa no
constan nombres, pero podemos estar seguros de que siempre sabremos cuando
Martha Graham aparece en una foto. Un investigador amigo mío estaba echando un
vistazo a libros de algunos de nuestros historiadores de la danza, y observó
que no estaban interesados en la totalidad del mundo de la danza; realmente
sólo estaban interesados en –su- mundo de la danza. ¿Puede alguien negar esta
afirmación?
Déjenme anotar, de una vez por todas, que en varios mundos
de la danza “etnológica” existen también patrocinadores, maestros de danza,
coreógrafos e intérpretes con nombre que se mueven dentro de un proceso
histórico muy real. Los criterios que estos bailarines imponen hacia su propia
danza y sus artistas son exactamente tan fuertes como los nuestros. La
diferencia está en que ellos no pretenden normalmente ser investigadores de
otras formas de danza, incluso de la suya propia. Sin embargo, es instructivo
que recordemos que todas las danzas cambian y evolucionan continuamente a pesar
de la comodidad que pueda producir el hecho de aceptar como inamovibles algunas
formas de danza de más de 2000 años (DeMille 1963:48). Sería cómodo para
nosotros, por supuesto, porque una vez
dicho esto sentiríamos que nuestro trabajo ha concluido.
Sobre la supuesta carencia de creadores de danza entre
algunas sociedades primitivas déjenme reconsiderar esta presunción después de
leer una afirmación de Martín:
En culturas más simples que la nuestra encontramos un
amasijo de arte ciertamente creada y practicada por la gente en su totalidad.
(Martín 1939:15)
La primera cuestión que surge tras semejante afirmación es
¿qué es “un amasijo de arte”? Martín nunca llega a definir realmente qué es
arte pero si lo que quiere decir es arte como una forma de expresión estética
refinada, entonces se le podría preguntar cómo puede ser aquello un producto
colectivo. ¿Quiere decir que surge espontáneamente? ¿Piensa realmente que puede
haber arte sin artistas? Y si piensa que existen artistas ¿Intenta afirmar que
“la gente en su totalidad ” son artistas? Si es así que fantástico grupo de
personas serían. ¡Dejadnos aprender de ellos!
Sin duda Martín dirá probablemente que he llevado su
afirmación a un extremo absurdo pero pienso que semejantes comentarios
irreflexivos merecen ser golpeados duramente.
Es verdad que algunas culturas no le dan el mismo valor al
hecho de preservar los nombres de los innovadores como lo hacemos nosotros.
También es una cuestión de tradición. No demos caer en el engaño de creer unos
cuantos cientos de personas se juntaron con una oleada unánime y crearon una
danza tradicional que, una vez creada, nunca ha cambiado desde entonces.
Entre los indios Hopi del Norte de Arizona, por ejemplo, no
existe la tradición de nombrar a los coreógrafos. Sin embargo, ellos saben
exactamente quién, dentro de un grupo Kiva o una sociedad, realizó ciertas
innovaciones en un momento dado. Un claro ejemplo sobre las variaciones
permitidas en lo que se considera como una tradición estática de danza es
observar, como yo lo he hecho, las “mismas” ceremonias de danza
interpretadas en varios pueblos diferentes en varios
momentos diferentes. Para ilustrarlo, diré que fue la importante danza de la
habichuela, que se realiza cada mes de febrero, en cinco pueblos diferentes
durante los inviernos del 1965-68. Existían diferencias predecibles entre cada
pueblo en el momento que uno se familiariza con sus estilos. Pero también había
diferencias creativas y no necesariamente predecibles de un año a otro. Los
Hopis conocen exactamente cada una de las diferencias y también saben quién y
qué circunstancias llevaron a la presente innovación. No sólo saben estas cosas
sino que son completamente libres a la hora de valorar los méritos y los
deméritos de tales innovaciones si no resultan satisfactorias estéticamente.
En la “Introducción a la Danza”(1939) de Martín el primer
plato cosiste en dos reproducciones de unos dibujos de los Hopis Kachinas.
Vamos a ver cómo encajan los Hopis con las generalidades atribuidas a los
bailarines primitivos.
PARADIGMA
La danzas Hopis están organizadas inmaculadamente, nunca son
frenéticas (ni si quiera su famosa danza de la serpiente), no hay ningún deseo
de trasladar los sentimientos y las
emociones al movimiento. De hecho son danzas serias en el sentido de que tienen
un propósito, aunque muchas puedan contener elementos humorísticos tales como
la sátira y mofas. Las danzas de los Hopis son también sociales si se habla
desde el punto de vista sociológico, aunque ellos sólo tienen un tipo de danza
a la que consideran social, en el sentido de que pueden ser interpretadas por
miembros de la sociedad que no han sido iniciados. Los Hopis encontrarían la
idea de libertad en sus danzas como una idea
bastante ajena porque muchas de sus formas y comportamientos están
prescritos rígidamente. ¡Ciertamente jamás terminarían en una orgía! Ni se
“tirarían al suelo para restregarse por el barro cuando empieza a
llover” (DeMille 1963:35). Los Hopis se ofenderían si se les dijera que son
incapaces de distinguir entre lo concreto y los simbólico. No son niños después
de todo. Ciertamente ellos entienden las causas naturales, pero ¿les convierte
en primitivos, por definición, el hecho de que le pidan a sus dioses que les
traiga la lluvia para que crezcan sus cosechas? ¿No rezan la mayoría de los
granjeros de América y Europa a su dios judeo-cristiano para conseguir la misma
cosa? ¿Son los Hopis más ilógicos cuando ellos bailan sus rezos en vez de ir a
misa y ponerse de rodillas, levantarse, volverse a sentar, juntar sus manos,
etc.?
Una vez más encontramos que los Hopis no bailan en los eventos
que supuestamente se reconocen siempre
como danza primitiva. Los Hopis no bailan ni en los nacimientos, ni en las
bodas, ni en las muertes.
Obviamente no se pude decir que los Hopis bailan en cada
ocasión. Es verdad que sus danzas son ejecutadas más por hombres que por
mujeres, pero las mujeres también bailan bajo ciertas circunstancias y en
algunos rituales son únicamente privilegio de las mujeres. Lo importante es
valorar la participación de las mujeres aunque no bailen, ya que para los Hopis
lo importante es el acontecimiento al completo, no sólo los movimientos
rítmicos. Para los Hopis, no tiene importancia decir que los principales
protagonistas son los chamanes y jefes porque tradicionalmente no poseen
un gobierno como tal, y cada clan tiene sus propios rituales y sociedades que
se distribuyen de una forma u otra dependiendo del pueblo en el que vivan. Todo
el mundo participa en los rituales de una forma u otra, pero no hay chamán como
tal, así que no pueden haber danzas de chamanes.
No sé lo que quieren decir con “sociedades naturales, sin
trabas” pero sea lo que sea estoy seguro de que esa descripción no encaja con
los Hopis. En sus movimientos no participa todo el cuerpo y no hay ningún
movimiento de pelvis, pero eso no interfiere con el impacto dramático del
espectáculo. Lejos de ser una forma de danza inconsciente esta actividad es muy
consciente. Finalmente no encuentro nada en la danza de los Hopis que pueda ser
llamado “instintiva exuberancia”, pero quizá sea porque no sé lo que eso quiere
decir. Pero si es lo que pienso, esa descripción no es apropiada para la danza
de los Hopis. Quizá alguien pueda pensar que los Hopis son la excepión que
confirma la regla, o quizá que ellos no son realmente primitivos. Déjenme
puntualizar un par de cosas. Primero, si ellos no son primitivos no encajan en
ninguna otra categoría ofrecida por los estudiosos del tema. Sus danzas no son
folklore, ni danza etnológica, ni arte, tal y como estos términos se utilizan
en los textos de estos autores en cuestión. Claramente, bajo el punto de vista
de estos escritores son grupos primitivos y étnicos con danzas del mismo
estilo. Segundo, no conozco ningún grupo que encaje con las descripciones de
danza primitiva dadas por Sorell, DeMille, Terry y Martín. Ciertamente
desconozco la justificación para la afirmación de Haskell” “muchas danzas de
tribus primitivas todavía vivas dicen ser idénticas a aquellas de las abejas y
los simios” (1960:9). Desgraciadamente, Haskell no documenta ninguno de sus
comentarios y no podemos trazar el origen de semejante y vergonzosa falta de
información.
Es necesario insistir en la idea de que no existe tal cosa
como “danza primitiva”. Aquellos que enseñan cursos de “danza primitiva” están
perpetuando un mito muy peligroso. Déjenme decir que ningún grupo primitivo
existente nos revelará a nosotros la manera en la que se comportaron nuestros
antepasados europeos. Cada grupo ha tenido su historia propia y única y ha
estado sujeta a modificaciones tanto internas
como externas. De hecho, los primitivos contemporáneos no son niños ni pueden
ser encasillados en un lugar “conveniente” dentro de la escala de la evolución.
Sugiero que una de las causas de tanto malentendido incorrecto y espantoso sobre el tema de grupos primitivos tiene que ver con la trascendencia inoportuna de las palabras de Sir James Frazer y Curt Sachs cuyos trabajos han pasado de moda como material de investigación hace más de tres décadas. Sugiero que en su lugar lean algunos de los trabajos de Gertrude P.Kurath, cuya bibliografía apareció en 1970, editada en “Etnomusicología”. Este y otros trabajos sugerentes aparecen al final de este artículo.
DEFINICIONES.
Es desconcertante descubrir que ciertos escritores tienden a
utilizar palabras clave sin lograr definiciones reales que ni son demasiado
exclusivas (selectas) ni demasiado inclusivas (completas). Incluso la palabra
danza, en sí misma, nunca se define correctamente a través del tiempo y el
espacio. En vez de definiciones se nos dan descripciones -que son otra
cuestión-. Me han preguntado repetidamente sobre la necesidad de dar
definiciones y las respuestas tienen dos caras. Por una parte, sin la
disciplina de intentar definir términos específicos ninguno estaríamos seguros
de que queremos decir la misma cosa o de que entenderíamos de qué manera se ha
utilizado un término. Por otra parte, el acuerdo tácito sobre los marcos de
referencia puede distorsionar el enfoque del énfasis en vez de proporcionar una
objetividad más amplia surgida del uso denotativo de un término.
Durante siete años he meditado sobre una definición para el
término “danza”, y en 1965 hice una
tentativa de organizar la siguiente definición que ha sufrido desde
entonces algunas pequeñas modificaciones. Dice así:
La Danza es una forma de expresión transitoria,
interpretada por el cuerpo humano moviéndose en el espacio con un estilo y
forma dados. La danza sucede por medio de movimientos rítmicamente controlados
y seleccionados con un propósito. El fenómeno resultante es reconocido como
danza tanto por los intérpretes como por los observadores pertenecientes a un
grupo. (1965:6, rev.1970).
Dos puntos cruciales distinguen esta definición de otras.
Por una parte se restringe la danza al comportamiento humano porque no hay razones para creer que los pájaros o
los monos actúan con la intención de bailar. El intento de bailar y el
reconocimiento de esa actividad como danza por un grupo dado es la segunda
figura diferenciadora de mi definición. Este es el punto crucial para poder
emplear la definición en cualquier cultura así como diferenciar la danza de
otras actividades que pudieran parecer serlo para la persona que viene de fuera
y que resultan ser deportes o rituales para los participantes. El Diccionario
Internacional de Webster muestra bastante contraste en las definiciones de
danza entre la 2ª y la 3ª edición. La razón de los contrastes es clara cuando
se entiende que una
intérprete/coreógrafa de danza occidental escribió la introducción de danza
para la 2ª edición (Doris Humphrey), mientras que una etnocoreóloga (Gertrude
P. Kurath) lo hizo para la 3ª.
No podemos aceptar la pretensión de Kirstein de que “por lo
visto... desde el principio la idea de tensión ha estado en la mente de la
gente cuando pensaron en la danza lo bastante seriamente como para inventar o
adaptar una palabra o sonido para esta.” (1935:1). Alber (Charles j. Alber
1970: personal communication) me asegura que tanto los japoneses como los
chinos-mandarines poseen palabras consagradas para referirse a la danza y las
actividades que se desprenden de ella y la idea de tensión no aparece en estas
palabras. Claramente la afirmación de Kirstein indica que no buscó más allá de
los modelos surgidos de las lenguas Indoeuropeas. ¿Podemos pensar realmente
que sólo los europeos blancos son lo
bastante “avanzados” para hablar de danza?
La noción de tensión a través de la etimología de palabras
europeas revela algo sobre la estética occidental de la danza que por lo visto
surge de los ideales de la danza occidental como estirar hacia arriba,
levantamiento y estiramiento del cuerpo. En el resto de los sitios estas cosas
no son muy valoradas. De hecho mi “bien” entrenado cuerpo occidental, con sus
alineaciones y tensión resultante es un handicap a la hora de realizar danzas
de otras culturas. Martín parece tener la intuición más grande sobre la
relatividad de la estética de la danza cuando describe danza como una necesidad
universal sin una forma universal
(1946:12). Y dice:
Es imposible decir que
cualquiera de estas afirmaciones es exclusivamente correcta o
equivocada, mejor o peor que otra. Todas son completamente ciertas, por lo
tanto, por las circunstancias específicas bajo las que se han creado (1946:17).
De hecho Martín es el se acerca más a la clase de
relatividad que muchos antropólogos americanos sienten necesaria para observar
y analizar cualquier aspecto de la cultura y el comportamiento humano (ver
Martín 1939:92-93,108). Es verdad que Sorell y otros hablan de las diferencias
causadas por el ambiente y otras circunstancias perro Sorell también explica
esta diferencia a “la raza”, la “memoria racial” y a las diferencias “innatas”
que “se llevan en la sangre”(1967:75-76, 275, 282, 283). Estas ideas están
completamente obsoletas en la antropología actual, tanto que podría haberme
creído que su libro fue escrito al final del siglo XIX en vez de en 1967.
Dos términos que merecen ahora atención son “danza
primitiva” y “danza folklórica”.
Los folkloristas británicos y especialmente los americanos
están preocupados por definir la palabra “folclórico” para saber lo que son las
“danzas folklóricas”. Nuestros investigadores, por otra parte, usan este
término como comodín. Por ejemplo, DeMille sitúa a Azuma Kabuki en el capítulo
de Compañías de Danza Folklórica (1963:74). Si cataloga esta forma altamente
refinada de danza teatral como danza folclórica no se pone de acuerdo con
Sorell que afirma que la danza folclórica no ha pasado por un proceso de
refinamiento. Quizá tales discrepancias nos enseñan a entender el por qué las
definiciones son tan importantes y qué situación de confusión puede darse
cuando se presume de que todos queremos decir lo mismo.
En vez de la afirmación de Sachs de que el “campesino” es un
paso evolutivo entre el hombre primitivo y el civilizado (1937:216), seguiré
las distinciones antropológicamente más sofisticadas que están siendo
contrastadas por el antropólogo Redfield en su libro “Sociedad Campesina y
Cultura” (1969:especialmente pp.23, 40-41). Brevemente, una sociedad primitiva
es un sistema autónomo e independiente con su costumbres establecidas e
instituciones. Puede estar aislada o tener más o menos contacto con otros
sistemas. Normalmente es económicamente independiente y su gente es a menudo,
si no siempre, analfabeta. (Véase que el término analfabeto se refiere a un
grupo de gente que nunca ha poseído un lenguaje escrito inventado por ellos
mismos). Esto es bastante diferente al término analfabeto que significa que
existe un lenguaje escrito, pero que esta persona no ha recibido la suficiente
educación como para conocer la forma escrita. No obstante, la afirmación de
DeMille de que los primitivos son analfabetos está llena de contradicciones
(DeMille 1963:23). En contraste, las sociedades campesinas o primitivas no son
autónomas. Económicamente y culturalmente en tales comunidades existe una
relación simbiótica con una sociedad más grandes con la que interactúa
continuamente. Es la “corta tradición de muchos irreflexivos” lo que está
incompleto sin la “gran tradición de unos cuantos reflexivos”. A menudo la
gente de las sociedades campesinas son más o menos analfabetas. Si uno añade la
palabra danza a las descripciones que aparecen arriba sobre primitivo y
folclórico (o campesino) habría un acuerdo más o menos objetivo sobre lo que
queremos decir con “danza primitiva” y “danza folclórica”.
Otro término problemático es “danza étnica” como ya he
indicado. Desde un punto de vista antropológicamente aceptado “étnico”
significa un grupo que tiene en común la genética, el lenguaje y la cultura,
con especial énfasis en la tradición cultural. Por definición, entonces, todas
las formas de danza serían étnicas. A pesar de que se ha intentado proclamar
alguna forma de danza universal (como Wisnoe Wardhana en “Java: comunicación
personal” 1960) o danza internacional (como Terry definió al ballet 1956:187),
en la actualidad no existe ninguna forma de danza ya sea universal o
internacional a no ser que contemplemos la posibilidad de que una forma de
danza pueda existir únicamente en teoría. DeMille dice esto, en efecto, cuando
afirma que “el teatro siempre refleja la cultura que lo produce”(1963:74). Si
embargo algunos insisten en otorgarle propiedades especiales al ballet. La Meri
hace hincapié en que “el ballet no es una danza étnica porque es producto de
costumbre sociales reflejo artístico de varias culturas nacionales ampliamente
diferenciadas” (1967:339). No obstante, el ballet es un producto del mundo
occidental, y es una forma de danza desarrollado por los caucasianos que hablan
el Indo-europeo y que comparten una tradición común que es la europea. Damos
por sentado que el ballet es internacional en tanto pertenece a los países
europeos además de los países descendientes de europeos en América. Pero cuando
el ballet aparece en países tales como Japón o Corea se convierte en una forma
de danza prestada y ajena. También se da por sentado que el ballet ha tenido
una compleja historia de influencias que no ha arruinado su efectividad como
forma de danza étnica. Martín nos dice esto, aunque probablemente nunca
adivinaría que su afirmación fuera a servir como prueba:
La forma de danza más espectacular del mundo occidental
es, por supuesto, el ballet... Ciertamente, el término ballet se refiere a una
particular forma de danza escénica que se asocia al Renacimiento y que tiene
una tradición, una técnica y una base estética en sí misma. (1939:173).
Las siguientes acotaciones podrían servir para mostrar el
aspecto étnico del ballet tal y como Kirstein señala en su libro de 1935 (vii).
LA ETNICIDAD DEL BALLET
He hecho listas de los temas y otras características del
ballet y espectáculos de ballet, y estas listas nos muestran una y otra vez
cuán étnico es el ballet. Consideremos por ejemplo, lo occidental que es la
tradición del escenario como proscenium,
la acostumbrada estructura en tres partes que duran dos horas
aproximadamente, nuestro sistema de artistas estelares, nuestro uso de las caídas de telones y aplausos y nuestra
utilización de la terminología francesa. Pensemos todo lo que nos revela
culturalmente el observar los atuendos occidentales propuestos en escena así
como los manierismos del periodo de caballería, vestuarios para cortejos,
bodas, bautizos, entierros y lutos. Pensemos en cómo, muchísimas veces, el
punto de vista de nuestro mundo se refleja en los temas recurrentes de amor no
correspondido, brujería, sacrificio personal a través de la agonía, la
identidad confundida y los malentendidos que conllevan trágicas consecuencias.
Pensemos cómo nuestra tradición religiosa se presenta a través de vestuarios
pre-cristianos por medio del uso de temas bíblicos, fiestas cristianas como la
Navidad y la creencia de la vida después de la muerte. Nuestra herencia
cultural se manifiesta también en los papeles que aparecen repetitivamente en
nuestros ballets como los humanos que se trasforman en animales, hadas, brujas,
gnomos, hechiceros, villanos y mujeres de vida alegre vestidas de negro,
malvados padrastros, realeza y campesinos y, especialmente, mujeres puras y
hermosas con sus consortes.
Nuestros valores estéticos se manifiestan en los cuerpos que
se alargan y se alzan, en el descubrimiento total de las piernas de mujeres de
cabezas pequeñas y pies diminutos, en esbeltos cuerpos para ambos sexos y en la
codiciada cualidad aérea representada en las cogidas y llevadas de las mujeres
por parte del partener. Para nosotros esta es
una estética tremendamente placentera pero existen sociedades cuyos
miembros podrían escandalizarse por ¡ver en público a un hombre tocando los
muslos de una mujer!. Tan inconfundible es la apariencia del ballet que
probablemente se pueda afirmar que los ballets representados gráficamente por
siluetas nunca podrían ser confundidos con otra cosa. Una prueba interesante de
esto es el ballet “Koshare” basado en la historia de un indio hopi. Incluso las
siluetas en momentos estáticos parecían formas de ballet y no danza hopi.
La etnicidad del ballet se manifiesta también en los tipos
de flora y fauna que aparecen regularmente. Caballos y cisnes son animales
apreciados. En contraste no existe la tradición de considerar a animales tales
como cerdos, tiburones, águilas, búfalos o cocodrilos dignos de ser
representados teatralmente. Estos animales son los más apreciados en los temas
usados en la danza del resto del mundo. En ballet, espigas, rosas y lilas son
flores aceptables pero no nos gustaría mucho encontrarnos con batatas, cocos o
bellotas. Muchos fines económicos se reflejan en los personajes que se
representan en ballet como son guardias, soldados, trabajadores de fábricas,
marineros y tenderos. Sin embargo no esperamos encontrar artesanos de cerámica,
constructores de canoas, molineros de grano, domadores de llamas o cazadores de
jirafas. La cuestión no es si los ballets reflejan su propia herencia. La
cuestión es por qué parece que necesitamos creer que el ballet ha llegado a ser
de alguna manera acultural. ¿Por qué tenemos miedo de llamarlo forma de danza
étnica?
La respuesta, creo, está en que los investigadores de danza
occidentales no han usado el término “étnico” objetivamente, lo han usado como
un eufemismo para sustituir a términos tan pasados de moda como “pagano”,
“bárbaro”, “salvaje” o el más reciente “exótico”. Cuando el uso del término
“étnico” empezó a generalizarse allá por los años 30, comenzó a surgir un
problema para referirse a formas de danza que provenían de importantes culturas
tales como la india o la japonesa y el término “etnológico” fraguó su
significado actual gracias a investigadores tales como Sorell (1967:72), Terry
(1956:187, 196), La Meri (1949:177-178). Un artículo interesante escrito por
Bunzell sobre la “Sociología de la Danza” en la edición de 1949 de la
“Enciclopedia de la Danza” rechaza el uso de la palabra “arte” para denominar
estas formas de danza. No sé por qué La Meri elige descartar su uso y lo
sustituye por la palabra “étnico” o “etnológico” en su artículo de 1967 en la
“Enciclopedia de la Danza”. De todas formas ella jamás corrigió su artículo y
como su hipótesis estaba escrita siguiendo el mencionado dilema la versión de
1967 resultó ser ilógica.
No tengo nada claro quién fue quien empezó con la dicotomía
entre “danza étnica” y “danza etnológica” Verdaderamente esta dicotomía no
tiene importancia para los antropólogos. De hecho, los antropólogos de cultura
europea a menudo prefieren llamarse “etnólogos”, y para ellos el término
“etnológico” se refiere a los objetos que ellos estudian (véase la conferencia
de Haselberger 1961:341). El término “etnológico” no tiene mucho uso entre los
antropólogos americanos aunque ellos entienden por este término “perteneciente
o relacionado a la etnología” y la “etnología” trata del estudio analítico y
comparativo de las culturas (véase el apunte del “Nuevo Diccionario
Internacional de Webster” 3ª edición). Porque “cultura” en un sentido
antropológicamente simplificado incluye todo lo referente al comportamiento
aprendido y las costumbres de cualquier grupo de personas dado. No existe nada
parecido a un grupo de personas sin cultura. Por lo tanto, las “danzas etnológicas” podrían estar
referidas a una variedad de culturas de
danza sujetas a análisis y comparación. Danza étnica debería significar una
forma de danza de un grupo determinado de personas que comparten una genética
común y unos vínculos lingüísticos y culturales -como mencionamos
anteriormente-. Usando este término de forma más precisa sería una redundancia
hablar de “danza étnica” ya que cualquier danza podría encajar en esa
definición. El término cobra sentido cuando se utiliza de manera colectiva y
contrastada.
Por lo visto un rasgo de la humanidad cosiste en dividir el
mundo entre “nosotros” y “ellos”. Los griegos hicieron esto cuando “ellos”
fueron llamados bárbaros. De forma
parecida, los romanos llamaron a “ellos” paganos,
los hawaianos llaman a “ellos” kanaka’e,
y los hopis llaman a “ellos” bahana.
Todos estos términos no sólo significan extranjero,
sino criaturas que son ineducadas, antinaturales, ignorantes y, si seguimos
así, menos que humanos. El criterio para medir la humanidad, por supuesto, es
el “nosotros”. “Nosotros” siempre somos buenos, civilizados, superiores y, si
seguimos así, “nosotros” somos las únicas criaturas merecedoras de ser
consideradas completamente humanas. Por lo que yo se, este fenómeno muestra el
punto de vista de “los que hablan” en cada una de las lenguas. A menudo este
fenómeno resulta bastante dramático. De acuerdo con un estudioso de mandarín y
japonés en mandarín la palabra “ellos” significa realmente “diablos
extranjeros”, y en japonés “de fuera” (Charles Alber, comunicación
personal:1970).
Sugiero que debido al clima social que rechaza las
connotaciones con las que nuestras palabras que significan “ellos” fueron
investidas y por el hecho de cierta dosis de sofisticación adoptada en algunas
disculpas por su uso, los estudiosos de habla inglesa fueron presionados para
buscar y encontrar denominaciones para los tipos de danza que quisieran tratar.
A partir de aquí los términos eufemísticos “étnico” y “etnológico” parecían
servir para ello.
Es perfectamente legítimo usar “étnico” y “etnológico”, en
tanto no dejemos que estos términos pasen a tener connotaciones de tantas otras
cosas que nos induzcan a abandonar otros muchos términos. De hecho, deberíamos
hablar de formas de danza étnica, y no deberíamos creer que este término
ironiza al incluir al ballet en tanto el ballet refleja las tradiciones
culturales en las que se desarrolla.
Debo dejar claro que critico a nuestros principales
estudiosos de la danza occidentales sólo cuando han pisado fuera de sus campo
de autoridad. Dentro de su propio campo son merecedores de mi respeto total, y
no quisiera tener que discutir sobre sus relativos méritos. Como estudiosos que
son, coincidirán conmigo, estoy seguro, en que sean las que sean las recompensas
de la erudición, la suficiencia complaciente no puede ser una de ellas. (1970)
Traducción: Amalia Cabeza Chamorro.